Misión de la Iglesia y economía de la información y el conocimiento

El conocimiento y la misión de la Iglesia

La fe conlleva el compromiso de divulgarla, de "anunciar la Palabra". En diversos pasajes del Evangelio vemos a Jesús ante distintos grupos, a quienes les "enseñaba muchas cosas" o "les proponía la Palabra", y encomiaba a los discípulos a dar gratis lo que gratis han recibido (Mt 10).

En los primeros siglos del cristianismo, la transmisión de la fe estuvo sometida a diferentes desafíos, como persecuciones religiosas y situación de marginalidad frente al Imperio y las corrientes de pensamiento y sociales. No obstante, el mensaje de la fe y la misma Iglesia se extendió más allá de toda previsión. uno de los mecanismos (o "vectores") que vertebraban la propagación de la fe la transmisión en sí del mensaje religioso, y las enseñanzas, reflexiones y conocimiento asociadas a ellos. Por lo que sabemos, este mensaje empezó transmitiéndose como "dichos de Jesús" que fueron recogiéndose en colecciones, y más tarde en los Evangelios, a los que se fueron añadiendo otras cartas y escritos que hoy forman parte del canon. Junto a ellos, tienen gran importancia muchos otros escritos de las generaciones posteriores (cartas de los Padres de la Iglesia, etc).

Entre los focos de interés de la época patrística estuvieron la interpretación de las Escrituras, el diálogo y la polémica con distintas corrientes de pensamiento. Esta actividad dio lugar a un vasto volumen de escritos, de conocimiento que ha llegado hasta hoy.

Una de las aportaciones de la Iglesia no sólo para sí misma sino para toda la cultura occidental durante la "Edad Oscura" y la Edad Media fue la conservación del conocimiento mediante la copia de la Biblia y otros manuscritos en los monasterios.

El valor y los desafíos del conocimiento

Todas las civilizaciones han necesitado y desarrollado sistemas de gestión de la información y el conocimiento, y han dado lugar a sectores de la población especializados en su manejo. Se ha dicho que "la información es poder" (Aaron Swartz), o que "el conocimiento es poder" (cFrancis Bacon). Y aunque no busquemos el poder, es ineludible reflexionar sobre cómo nos afecta, si nuestra meta es la justicia del Reino.

Con el despliegue de Internet, se ha descrito nuestro tiempo como "la era de la información" (cf. Manuel Castells) o "sociedad del conocimiento". En años más recientes se ha puesto el acento en la economía de los datos. Datos, información, conocimiento y sabiduría no son lo mismo, pero son realidades interrelacionadas, como describen los autores que hablan de la pirámide DIKW (data, information, knowledge, wisdom).

Aquello que tiene un valor suele implicar un coste. Es fácil ver que producir, adquirir, transmitir no son triviales. Muchas sociedades y comunidades han dedicado gran cantidad de energía y recursos a estos procesos. El manejo de datos, información y conocimiento, en distintas formas, mueve hoy una gran parte de la economía.

La economía del conocimiento

La economía es definida por la RAE como "administración eficaz y razonable de los bienes", o más específicamente, como la "ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos." 1

Aunque el conocimiento no es un bien material, nuestro acceso a él siempre se da través de algún medio material. Por tanto, tiene sentido hablar de una economía del conocimiento.

Podemos entonces dar una definición (al menos provisional) de economía del conocimiento, como la organización razonable y eficaz de los medios y procesos de producción y distribución del conocimiento. De lo visto anteriormente, se deduce que esta actividad, conceptualizada o no, ha tenido un papel importante, en todas las civilizaciones, y es cada vez más vital a medida que avanzan la digitalización. Dado que todo lo humano concierne a la Iglesia (GS 1), y más específicamente, el manejo del conocimiento es una actividad imbricada en la misión de la Iglesia, la economía del conocimiento merece una reflexión atenta por parte de ella.

Economía del conocimiento en la historia de la Iglesia

Se suele decir con ironía que los escritos patrísticos no soportarían el escrutinio los estándares actuales de calidad de la academia. Estos autores copiaban fragmentos enteros sin citar (tal y como entendemos hoy ese concepto; para ellos, la copia era más bien la cita, y generalmente se presuponía que el lector conocía el texto citado). En cualquier caso, esta "libertad" permitió la difusión del pensamiento y el mensaje cristiano de forma muy efectiva.

Esta facilidad, además, aliviaba otras limitaciones de la época. En el mundo antiguo y los primeros siglos del cristianismo, almacenar conocimiento en soportes físicos duraderos, así como transmitirlo era notablemente costoso. Los primeros "libros" de pergamino eran escritos en pieles de animal tratada, lo cual requería una industria especializada y localizada (e.g. Qumrán), a cuyos productos no todo el mundo tenía acceso (no todo el mundo tenía acceso a tecnologías más baratas en comparación, como el papiro). Por supuesto, no había papel como lo entendemos hoy en día, y muchas cartas y mensajes de menor importancia se escribían en fragmentos de cerámica procedentes de algún recipiente roto.

Por otra parte, transmitir cualquier conocimiento o información requería viajar físicamente, bien fuese para transportar el soporte o la persona que lo había aprendido.

A pesar del avance tecnológico que supusieron los códices, la copia y conservación de los requería el trabajo de vidas enteras de los monjes dedicadas a esta copia y manufactura de este soporte.

Imprenta y expansión del protestantismo

Es ampliamente aceptado que uno de los factores clave en la expansión del protestantismo es la invención de la imprenta. Ante los cambios sociales que se acumularon durante el Renacimiento, la reacción institucional de la Iglesia estuvo muy orientada al ejercicio del control (listas de libros prohibidos, prohibir traducciones de la Biblia, etc). En definitiva, estos esfuerzos no fueron efectivos para sofocar la aparición de corrientes heréticas o divergentes.

La transformación digital como punto de inflexión: la inversión del problema económico del conocimiento

Como se indicaba antes, hasta la invención de la imprenta, el coste económico de conservar y reproducir el soporte físico del conocimiento era superior al de crear el conocimiento en sí (pensarlo, elaborarlo), o al menos era el "cuello de botella" más evidente, que exigía una esfuerzo consciente más dedicado. Hasta mediados del s. XX, aún era posible un modelo de negocio que permitiese financiar la creación conocimiento y otros bienes culturales mediante los costes variables asociados a la venta del soporte físico.

Hablando en términos generales, la producción y comercialización del conocimiento durante la primera mitad del siglo XX estuvo condicionada por distintos factores: el desarrollo de la economía capitalista en occidente, la industrialización del s. XIX que también afectó a la imprenta, y además con el cine, la radio y el gramófono, se desplegaron los medios audiovisuales, que pueden considerarse otra forma de soporte y presentación del conocimiento. Durante este tiempo, la capacidad de producir soportes de conocimiento (libros, discos, etc) a gran escala esta en pocas manos, los grandes productores, mientras que la gran masa de la población actuaban fundamentalmente como consumidores. Por otra parte, para producir nuevo conocimiento toda sociedad necesita proteger de alguna forma a quien aporta alguna innovación2. En este contexto, la solución más plausible fue el desarrollo de leyes de propiedad intelectual, que persiguieran a aquellos productores que reproducen sin permiso un contenido. Estas leyes manejan una serie de presupuestos conceptuales, como el de que es posible "aislar" o identificar de forma clara y distinta, a la que se puede atribuir propiedad a una persona, una cierta realización de una idea innovadora y perseguir a aquellos que la reproducen sin permiso de sus propietarios.

Todo esto cambió con la revolución digital. Una de las características de esta transformación es que el coste de duplicar la información se reduce prácticamente a cero, o al menos, se vuelve marginal. Esto significa que la información, aunque siempre requiere algún soporte, se desvincula (al menos en el sentido práctico y económico) del soporte. Esto no sólo lo hace mucho más intangible, sino que lo introduce en la categoría de los llamados "bienes no rivales". Los bienes materiales son bienes rivales. Si una persona posee y utiliza ese bien, es imposible que otras personas lo hagan al mismo tiempo. Esto no ocurre con los bienes no rivales. Si una persona posee un libro con un texto, y otra persona copia el texto, la primera no deja de disponer de su copia. Una segunda consecuencia de la transformación digital, asociada a lo anterior, es que la transmisión y generación de conocimiento se hizo mucho más accesible. La sociedad ya no estaba separada en unos pocos productores y muchos consumidores, al menos en lo que ha conocimiento y contenidos se refiere, sino que que la mayoría de la gente se convirtió en "prosumidores" (cf. Alvin Toffler).

Este cambio de paradigma ha producido grandes conflictos y controversias. Quizás la parte más visible fue la difusión de las redes de descarga entre pares (peer-to-peer, o p2p), como Napster. Estas aplicaciones permitieron a millones de personas descargar de cómodamente música digital sin límite ni pagar a sus creadores (tampoco a los sellos discográficos). Esto causó pérdidas de miles de millones de dólares a la industria musical, y reconfiguró su panorama completamente.

Todo este fenómeno generó un intenso debate, y al mismo tiempo que la gente sencillamente se acostumbraba a obtener y usar contenidos sin pagar, hubo muchas voces y movimientos que protestaban porque estas prácticas perjudicaban a los autores. Ciertamente, hubo mucha gente perjudicada, incluidos muchos autores, aparte de otros trabajos vinculados a la creación artística. Lo que no está tan claro es si el sistema anterior realmente era mejor para los autores, o más bien beneficiaba a las grandes firmas y distribuidoras, que se aprovechaban de su posición dominante.

En los últimos años, la tendencia ha sido el paso de la propiedad al acceso con los servicios de streaming, lo que ha transferido el poder de los antiguos sellos discográficos a las empresas tecnológicas.

Al mismo tiempo, la tendencia ha sido a responsabilizar a a las grandes plataformas de que sus contenidos estuviesen libres de infracciones. Eso ha llevó a la propuesta del temido Artículo 13 (que al final no se desplegó en todas sus consecuencias), y de sistemas como ContentID en YouTube, que detecta contenidos usados sin permiso y permite a los propietarios reclamarlos, con consecuencias de distintos niveles: desde la desmonetización del vídeo derivado a su retirada y bloqueo del usuario que lo publicó. Este tipo de medidas no están exentas de polémicas, ya que muchos creadores de contenido declaran tener poca capacidad de apelación en la práctica, que no se respetan casos amparados por el uso legítimo (fair use) o que el trabajo de elaboración que aportan no sea reconocido cuando el vídeo es desmonetizado o eliminado.

Nuevas perspectivas del mundo digital

Aunque la digitalización fue devastadora para muchas empresas que no supieron o quisieron adaptarse a la nueva época, no significa que haya dejado de producirse conocimiento.

La aparición de Internet y la Web ha permitido una difusión de información sin precedentes. Durante los 80 y 90, la información disponible en Internet provenía de instituciones, o de usuarios técnicamente aventajados. En los años 2000 aparición la Web 2.0, o web interactiva, donde el contenido es fundamentalmente aportado por los usuarios. Esto fue no sólo el punto de partida de las redes sociales, sino también de muchos esfuerzos y servicios colaborativos como Wikipedia, que ponen gran cantidad de recursos y conocimiento disponible al gran público.

En el desarrollo informático, además, desde los orígenes de Internet aparecieron las corrientes de software libre y software de código abierto. Frente a la cultura corporativa tradicional de la informática, donde el software era un producto más que controlar y del que sacar beneficio, la cultura "hacker" promovía un ambiente de libre intercambio de ideas y ayuda para encontrar nuevas soluciones técnicas (aquí "hacker" no debe entenderse como "pirata" o similar, sino como una persona fuertemente interesada y comprometida con la comprensión de la tecnología y la búsqueda de soluciones creativas a los problemas). Este modo de desarrollar software estuvo vinculado a un nuevo tipo de licencias, o modo de concebir y ejercer los derechos de propiedad intelectual, las licencias abiertas, como la GPL, LGPL, Apache, etc. En el enfoque tradicional de las licencias de software, el autor o la empresa trataba de retener todo el control sobre quien copiaba el software, y por supuesto no divulgaba el código fuente, con el objetivo de obtener el máximo rendimiento económico. Por el contrario, las licencias libres o abiertas promueven que el código sea accesible, de forma que cualquier persona pueda aprender sobre él, corregirlo y crear nuevas soluciones.

De este caldo de cultivo surgió la familia de sistemas operativos GNU/Linux, que aunque no es tan conocido en escritorio, es el sistema operativo más extendido del mundo, si contamos servidores, sistemas empotrados y móviles (e.g Android).

Aunque en sus orígenes el movimiento del software libre tenía un fuerte componente de activismo, o quedaba circunscrito a ámbitos académicos o de apasionados por la tecnología, a lo largo del tiempo han surgido empresas con modelos de negocio viables asociadas a productos de software abierto, como RedHat o IBM. Sin embargo, afirmando el éxito del software libre y abierto en muchos aspectos, también hay que decir que muchos proyectos de software libre y abierto se enfrentan a problemas de falta de colaboración o financiación que permitan mantenerlos.

En el ámbito más general del los textos, el arte y los medios audiovisuales, han aparecido conceptos similares a las licencias abiertas, como el "copyleft" y "Creative Commons". Se trata de un conjunto de licencias mucho más permisivas que el copyright, que

En el ámbito de las revistas académicas, ha ido tomando fuerza la publicación en acceso abierto (Open Access). Este sistema aún enfrenta distintos desafíos, pues no es evidente cómo hacerlo viable económicamente. Por ejemplo, muchas veces los autores deben costear la publicación en esta modalidad, lo cual es no siempre es factible.

La economía del conocimiento católico en la era de la transformación digital

Muchas instituciones católicas (especialmente, en muchas instituciones de la Compañía de Jesús), tienen que ver directa o indirectamente con la enseñanza (o la investigación) y por tanteo en ellas el conocimiento tiene un papel central.

Estas instituciones están ya notando el impacto del avance de las TIC y la IA. Pero uno de los aspectos fundamentales de la transformación que traen estas tecnologías se mide en términos económicos. La "uberización" del conocimiento, que cada vez facilita más que particulares o pequeñas entidades

Sin duda, las instituciones católicas ofrecen (deberían ofrecer) algo más que un conocimiento neutro (si tal cosa existe). Su aportación, aunque en último término es trascendente, se ramifica en la comunicación de valores, habilidades blandas, además de ser un lugar de encuentro, de creación de relaciones humanas, y un punto de referencia en la sociedad. Sin embargo, las consecuencias de la trasformación digital puede afectar a las condiciones de posibilidad mismas de estas instituciones y a su sostenibilidad, por lo que es obligado reflexionar sobre ellas.

No sólo hablamos de instituciones educativas, como colegios y universidades. Las editoriales, y especialmente una serie de obras que durante un tiempo se apoyaron en la venta de publicaciones y revistas como sostén económico, están en dificultades. La lectura de revistas cae en picado, y la publicación de libros cada vez compite en un mercado más saturado, donde lo religioso no es especialmente atractivo al público general.

Contenido católico y de fe en RR.SS.

Aunque no siempre sea visible por el exceso de contenido, hoy existe no poco contenido relacionado con la fe en las redes sociales. El problema es que muchas veces es un contenido efímero, demasiado dependiente del formato y dinámicas propias de dichas redes, en las cuales es esencial captar la atención de la audiencia, dando lugar a mensajes cortos y llamativos pero que sacrifican muchas veces la profundidad. Además, el acceso a dichos contenidos está condicionado por el acceso a la plataforma correspondiente.

La era de la inteligencia artificial

La cuestión de la propiedad intelectual (y los derechos de autor, en la concepción europea) ya era suficientemente compleja en esta época de prosumidores y de copia de la información prácticamente ilimitada. Entonces llegó la IA.

En este momento han aparecido nuevas preguntas. ¿Hay que citar lo que se produce con IA? ¿Cómo se cita? ¿Tiene autoría la IA? ¿Quién y en qué condiciones puede proteger algo creado total o parcialmente con IA?

La cuestión no termina ahí. Se ha llegado a descubrir que las tecnológicas han entrenado a sus modelos de IA utilizando grandes cantidades de textos y otros contenidos protegidos por copyright, o bien sin el conocimiento ni tener en cuenta la intención de quien produjo esos contenidos y los divulgó en un determinado contexto. Se han producido, por ejemplo, distintas manifestaciones y pronunciamientos de artistas, como guionistas y actores de Hollywood que reivindicaban que se respetase su trabajo, frente a la amenaza de ser sustituidos por la IA. El mundo de la música también ha conocido reacciones similares.

La reacción de algunos, como en el caso del P2P, es insistir en reforzar el concepto de propiedad intelectual, y castigar severamente cualquier uso no consentido. De hecho, ya hay casos de multas empresas por su uso de contenidos protegidos. Pero de nuevo, a medida que la tecnología se extiende, esto resulta más difícil. En segundo lugar, cada vez está menos claro lo qué se puede proteger y cómo, sin crear más problemas. Por ejemplo, si un actor quiere proteger su imagen frente a las copias, ¿puede ser perjudicada una persona que se parezca a él?

El caso de OpenAI, la organización que creo ChatGPT, es digno de especial atención. Si nombre parece sugerir una alineación con esa corriente de "Open Source", "Open Access", etc, que busca el desarrollo de la tecnología desde una motivación desinteresada, y altruísta, bajo el planteamiento de que la colaboración y el desarrollo tecnológico maximizan el beneficio para todos. De hecho, la organización estaba declarada durante unos años como organización sin ánimo de lucro (non-profit), y se benefició de las ventajas y la confianza que ese estatus generaba para desarrollarse. Sin embargo, en cierto momento se ha abordado la transformación de esta organización en una entidad con ánimo de lucro, bajo el supuesto (discutible) de que el bien que puede llegar a hacer sólo se puede financiar con esta nueva estructura.

Es interesante que, a pesar de su nombre (y las connotaciones de las que se ha beneficiado), OpenAI trabajó inicialmente con modelos cerrados. Recordemos que en el mundo del software había dos grandes planteamientos. El modelo cerrado, propietario, en que las empresas pretendían proteger su rentabilidad manteniendo en secreto el código fuente y controlando siempre las copias del producto. El modelo de software abierto se basaba más en motivaciones adicionales y beneficios más indirectos, ya sean modelos de negocio alternativos, donaciones voluntarias o sencillamente la confianza de formar parte de un ecosistema en que al colaborar todos, todos se benefician.

En el mundo de la IA, el código fuente del software en sí, sea cerrado o abierto, no es lo más importante, no es donde reside la mayor parte del valor. Donde reside el valor es el modelo, el inmenso conjunto de parámetros (o "pesos", weights) que resulta del largo y costoso proceso de entrenar el modelo (con cantidades masivas de textos, en el caso de LLMs). A pesar de su nombre, el enfoque de OpenAI durante mucho tiempo fue cerrado. Han mantenido en secreto sus modelos, en parte con el argumento de que eso permitía usarlos sólo cuando estuviesen suficientemente probados.

El lanzamiento de DeepSeek, la IA de una startup China con recursos mucho más modestos dio un vuelvo al escenario de la IA. Se trataba de un modelo abierto, que cualquiera podía utilizar, analizar y mejorar. DeepSeek supuso una cierta revolución (en un terreno en que las revoluciones se suceden cada poco tiempo), y puso sobre la mesa las ventajas de los modelos abiertos. Aunque su rentabilidad sea menor, una de las claves de su éxito es que presentan una competencia significativa a los modelos cerrados. Aunque no deja de ser cierto que un modelo que un modelo que sea modificado por muchas manos podría ofrecer menos garantías de seguridad o fiabilidad, el hecho de que existan modelos abiertos resta atractivo a usar modelos cerrados, y a pagar por ellos.

Otras ventajas de los sistemas abiertos es que al permitir a más actores usar la tecnología, facilitan un desarrollo tecnológico más rápido para más gente al mismo tiempo. Al mismo tiempo, se argumenta que con ellos es posible construir sistemas más transparentes y auditables, que permitan ofrecer servicios en distintos ámbitos (administración, sanidad, educación, ...) sin crear dependencia de la posición dominante de una empresa.

Pero la cuestión sobre los modelos cerrados y abiertos no se reduce a estrategias organizacionales y de mercado. Tiene implicaciones geopolíticas, y quizás transcendentales. China está apostando para alcanzar una posición avanzada en el uso mundial de sus modelos. Hay quien indica que su intención es ganar cuota de usuarios con modelos más baratos, para generar dependencia a largo plazo. Pero lo que está en juego no es sólo la dependencia económica. Hay quien señala que en este momento, unas pocas empresas se reparten la mayor parte del poder intelectual del mundo3. Los chatbots de IA, a los que consultamos cada vez más para todo, no son neutros. Integran una cosmovisión, reflejan de forma más o menos indirecta la visión del mundo de quienes la han creado. El premio por ganar la carrera por el modelo es tener una posición privilegiada para influir en el pensamiento global.

Conclusión

La transformación digital es un proceso transversal a nivel mundial, en que concurren fuerzas tecnológicas, económicas, políticas, e ideológicas. El mundo intelectual, el mundo del conocimiento, es uno de los campos de juego donde esas fuerzas inciden.

Pero el influjo en nuestra vida cotidiana desborda el plano intelectual. La tecnología digital, y las IAs en particular, se alimentan de datos que provienen de la experiencia humana. Esta realidad ha dado lugar a la economía de la atención, que configura dispositivos y aplicaciones para mantenernos conectados, usándolos, y generando datos. Con el objetivo de mantener nuestra atención, están diseñadas para dirigir y manipular nuestros afectos. Esto lleva a algunos (e.g. Jaron Lanier) a entender estas tecnologías y las empresas que las dirigen como "imperios conductuales".

La información es, en todo caso, una de las "materias primas" (aunque es más bien in-forma que materia) que lo mantienen estos sistemas en movimiento.

Una de las claves para entender y actuar sabiamente en esta era será entender bien los intercambios de información, cómo se producen, qué valor hay en ellos para distintos agentes y sus intereses.

Todo lo humano es relevante para la Iglesia. En todo caso, el mundo intelectual ha sido un campo de misión desde sus inicios (credo ut intelligam, intelligo ut credam). Esta responsabilidad y misión en el ámbito del conocimiento ha permanecido bajo distintas formas y transformaciones, y de forma más reciente se ha manifestado en la Doctrina Social de la Iglesia. Según lo visto, además, la preocupación por la justicia va a estar cada vez más relacionada con la información y el conocimiento. Por tanto, una de las claves de esta nueva era, y en particular de la misión de la Iglesia, implicará preguntarse por la economía de la información y el conocimiento.

Notas


  1. https://dle.rae.es/econom%C3%ADa 

  2. Korinek, Anton, and Joseph E. Stiglitz. "Artificial Intelligence and Its Implications for Income Distribution and Unemployment." NBER Working Paper Series, Artificial Intelligence and Its Implications, vol. w24174 (2017). https://www.proquest.com/econlit/docview/2019800407/FB531734AB5244FEPQ/2. 

  3. https://www.xataka.com/robotica-e-ia/cuatro-empresas-ia-controlan-como-razona-medio-mundo-mayor-concentracion-poder-intelectual-historia 


Written by andrescg2sj in reflexión on dom 09 noviembre 2025. Tags: IA, acceso, abierto, digital, Iglesia, justicia, DSI, bien_comun,

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