Encontrar la propia voz

Estos días en que termina un año y otro comienza son oportunidad de revisar lo ocurrido y ajustar el rumbo. Uno de los temas que resuena últimamente en mí es una palabra: "Callado". Es uno de los adjetivos que más he oído para describirme en los últimos diez años, desde que entré en los jesuitas. Aunque también me lo habían hecho notar antes.

Este es una de las razones que han llevado a pensar más profundamente en la importancia de la comunicación. Se trata de un tema con numerosas facetas. San Ignacio, cuando propone la Contemplación para Alcanzar Amor en el libro de los Ejercicios Espirituales, se atreve a dar una definición del amor: "el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así por el contrario el amado al amante". Amor y comunicación van unidos. Y si pensamos que los mandamientos se resumen en el mandamiento del amor — amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo — la comunicación es una dimensión fundamental de la vocación cristiana, e incluso de la misma condición humana.

Sin embargo, la comunicación en el ser humano está tan sometida a la limitación como cualquier otra faceta. La comunicación no siempre es posible, o no siempre es eficaz. A veces, rechazamos comunicarnos, o no sabemos expresar lo que vivimos. Otras, no comunicamos aquello que queremos. Puede darse más en una dirección que en otra. Puede haber circunstancias que la bloqueen, o puede faltar un medio, un terreno común sobre el que establecerla.

En mi caso, sólo desde los últimos años me voy haciendo realmente consciente del papel que tiene esta dimensión en mi vida, de cómo distintos éxitos o dificultades muy relacionados con acertar o no a establecer una comunicación efectiva. No falta ironía en el hecho de que mi formación estuviese dedicada a las telecomunicaciones, es decir, a las técnicas que permiten comunicar grandes cantidades de información a gran distancia y que, al mismo tiempo, la comunicación tenga que ver con algunos de los principales desafíos de mi personalidad: la capacidad para reconocer y comunicar lo que soy y lo que vivo, para estar conectado al presente y a quienes me rodean, y también para escuchar aquello que otros expresan y demandan. Quizás en el fondo, nuestras potencialidades y limitaciones están más cerca de lo que parecen.

Las actitudes en relación con limitación y las expectativas van cambiando. Hace un tiempo, se tendía a dar por supuesto que el que no se ajustaba al patrón convencional, debía sencillamente ocultarlo, u ocultarse, hasta que ser aquello que la sociedad esperaba. Hoy parece que hay una tendencia hacia el lado opuesto, en que toda particularidad tiene que ser celebrada por decreto, y el colectivo tiene que andar de puntillas para no incomodar al individuo.

Me parece que ambos extremos son equivocados y no toman en serio la realidad humana. En la mayoría de los casos, como dicen los clásicos, probablemente la virtud esté en el medio. Creo que todos necesitamos reconocer nuestras limitaciones, aprender a vivir con ellas, y también tenemos posibilidades de crecer, y desplegar nuestras potencialidades. Al mismo tiempo, como comunidad, podemos crecer en conocimiento unos de otros y ajustar nuestras expectativas. Por otra parte, algunas personas que han comenzado a reflexionar sobre la introversión recientemente (como Susan Cain en su libro “Quiet” y sus charlas TED) apuntan que los introvertidos tienen su modo particular de contribuir a la comunidad, por ejemplo a través de la creatividad o de formas alternativas de liderazgo.

Me parece interesante cómo se refleja la limitación humana en los evangelios. En ellos, leemos cómo Jesús cura distintas personas de enfermedades, dolencias y parálisis, incluyendo personas mudas y sordas. La riqueza del texto bíblico puede simbolizar múltiples cosas. La enfermedad puede ser símbolo del pecado, o de otras circunstancias que bloquean a las personas. El encuentro con Dios es transformador, restaura a la persona y sus relaciones con la comunidad, y expande sus horizontes.

Al mismo tiempo, la tradición de la fe se toma en serio la condición humana y sus procesos. El portal de Belén que celebramos en Navidad nos habla de cómo Dios actúa de forma discreta, en medio de muchas limitaciones. También la vida de los santos ilumina en este aspecto. Tras el cañonazo en Pamplona, la vida de San Ignacio cambió de rumbo de forma abrupta. Pero eso fue ocasión de encontrar su verdadera vocación. Ignacio se recuperó de la herida, aunque no completamente. Volvió a caminar, pero la cojera le acompañó el resto de su vida. Sin embargo, esa cojera no le impidió ser aquello a lo que estaba llamado, ni viajar grandes distancias a pie por Europa y hasta Tierra Santa.

Siguiendo con San Ignacio, creo que como en otros temas se puede encontrar en su vida inspiración para vivir hoy ambas cuestiones, comunicación y limitación. En último término, a Ignacio no le definieron sus limitaciones, ni tampoco las expectativas de su entorno. Si tuviese que quedarme con un rasgo de Ignacio, diría que fue reconocerse amado y cuidado por Dios. A medida que crecía en él esa conciencia, y el deseo de ser fiel a ella, fue descubriendo un método para comunicarse con Dios, que decantó en los Ejercicios Espirituales. Esa comunicación y esa fidelidad fue lo que le fueron llevando de proyectos de vida centrados en sí mismo a una vida apostólica, y a buscar compañeros con los que colaborar en esa misión. Ignacio vivió un proceso, pero no intentó sustituir su personalidad por otra. Encontró equilibrio entre la oración, el silencio, y la soledad, por una parte, y la actividad apostólica por otra. Era capaz de predicar y acompañar espiritualmente, pero no monopolizaba las conversaciones ni buscaba el protagonismo.

En estos días celebramos la Navidad, el nacimiento de Jesucristo. Los cristianos reconocemos en él que Dios se ha comunicado con nosotros de la forma más asombrosa. Nos ha dado su Palabra hecha carne, se ha dado a sí mismo. Esto significa que somos amados, en medio de nuestras limitaciones, y que hay una esperanza que es más fuerte que ellas. Es un mensaje que merece la pena comunicar.

Si estás leyendo esto, te deseo que encuentres ese amor en tu vida, y tu forma personal de comunicarlo.

Feliz Navidad y Feliz Año 2023.


Written by andrescg2sj in relación on lun 02 enero 2023. Tags: fe, espiritualidad, comunicación,

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